“El hombre que no tiene ningún barniz de filosofía, va por la vida
prisionero de los prejuicios que derivan del sentido común, de las creencias
habituales en su tiempo y en su país, y de las que se han desarrollado en su
espíritu sin la cooperación ni el consentimiento deliberado de su razón.”
Bertrand Russell
El
Expreso de Anatolia es un tren que me gusta, tarda casi el doble que el autobús
pero es cómodo y vas en litera. Llegas al amanecer a Estambul, descansado tras
una noche de placido sueño. Además la estación de Ankara es tranquila y bonita,
de principios del siglo XX. Hay un simple pero elegante restaurante, de esos en
que los camareros llevan chaleco rojo y pajarita, que no es nada caro y se cena
bastante bien. El tren sale a las 10.30 así que cenas civilizadamente en la
estación y luego puedes tomarte una manzanilla en el coche restaurante del
tren. Me encanta la manzanilla después de cenar.
En
los trenes litera siempre se suele conocer a viajeros interesantes, y algún que
otro joven local, generalmente estudiante y que siente curiosidad por tu vida
de nómada errante. Es curioso, cuando estás en la carretera tienes un efecto
cautivador en la gente, te escuchan como agradecidos de que seas la prueba de
que hay algo más; otros tipos de vida posibles.
En
este caso viajaba con Adam, nos habíamos conocido en la milenaria ciudad de
Urfa, en el sur-este de Anatolia. Era un buen compañero de viaje, tenía buena
conversación, era culto y muy sistemático en sus razonamientos. Era un martes
por la noche, así que el tren iba bastante vacio y estábamos solos en el compartimento.
Desde
hace ya un tiempo se ha mudado a mi mochila una familia que consiste en una
tetera y dos vasos de cristal, de los pequeños, de estilo árabe, y ahora si les
diese por marchar los echaría muchísimo de menos. Son pequeños detalles como
estos los que mejoran tu vida en la carreta, pequeños hábitos que vas
adquiriendo con los años. El hecho de poder prepararte tú tu propio té, te hace
sentir más en control, menos a merced de las circunstancias. Ya no estás sujeto
al té malo y caro del coche restaurante, o del hostal, te puedes preparar tu té
preferido y sentir que llevas el hogar en tu mochila. Bebes el té que quieres y
cuando quieres.
Me
dirigí al coche restaurante y tras mucho suplicarle, el encargado me llenó la
tetera de agua hervida. Le eche manzanilla que había comprado en el zoco de
Alepo, nada que ver con los sobres esos que te dan en occidente, manzanilla
natural cogida del desierto tras las lluvias de primavera, de la Pacha Mama
directa a la tetera. Regresé al compartimento con expresión triunfal, dispuesto
a disfrutar del viaje con Adam.
Hay
teteras que traen literatura, hay teteras que traen arte, también las hay que
traen comedia, drama, tragedia, nostalgia, incluso las hay que traen silencio;
esta traía filosofía.
-Una
amiga mía estudia filosofía – dijo Adam tras dar un sorbo ruidoso - una vez vi
su examen de fin de curso. Solo era una pregunta: “Discute la naturaleza de la
comedia”. ¡La tía estudia en una universidad pública! ¿Tú crees que es normal
que mis impuestos estén siendo destinados a enseñar a alguien a contestar a
semejante pregunta? Es una pérdida de tiempo y de recursos, por más que lo
pienso no entiendo que bien le hace la filosofía a la sociedad de hoy. A los
griegos les funcionaba, entonces la filosofía abarcaba muchos más campos y no
te negaré que es la semilla de todo el pensamiento moderno. Sin embargo, a día
de hoy la búsqueda del conocimiento está fragmentada en muchas especialidades;
de esta forma se puede ser más incisivo, obtener más y más respuestas. La
filosofía no lleva a nada, la ciencia hace que el mundo avance.
-Todos
nacemos filósofos –conteste yo – la primera pregunta que siempre se hace un
niño es por qué. Todos tenemos que entender el mundo a nuestra manera. La
ciencia es capaz de explicar el fenómeno, lo material, lo físico; la filosofía
te acerca a lo que hay detrás, lo universal y eterno de la existencia. Solo la
filosofía te recompensa con la libertad. Nadie te puede obligar a pensar de una
manera, Dios sabe que lo intentan, pero la filosofía te da la libertad. Gracias
a la filosofía uno puede dejar de ser un títere de la vida, tomar las riendas y
ser dueño de su destino o rendirse a la
voluntad de la creación. Solo caminando con ella de la mano se puede existir
conscientemente. Todo el mundo hace filosofía hasta cierto punto, todo el mundo
tiene su filosofía; propia o prefabricada.
-La
gente no es como tú, a nadie le importan una mierda estas cuestiones. La
mayoría de la gente solo quiere vivir tranquila, están muy a gusto con sus
filosofías prefabricadas, usando tu término.
-La
mayoría, pero, ¿y a los que nos importa, acaso no merecemos la oportunidad de
estudiarla?
-
Me sigue pareciendo una pérdida de tiempo. A mí también me dio por la filosofía
en su momento, hasta que me di cuenta que no lleva a ninguna parte, una
pregunta te lleva a la siguiente, y la siguiente a otra; es como la pescadilla
que se muerde la cola. Además a nivel intelectual, las ciencias, sean puras o
sociales, aportan mucho más al entendimiento del mundo y al conocimiento.
Gracias a las ciencias sabemos del universo, entendemos el planeta y hasta
progresamos adecuadamente en el conocimiento del individuo. ¿Qué necesidad
tenemos de filosofar? La filosofía se ha convertido en el residuo de las
ciencias, lo que ha quedado atrás después de que aprendiésemos a obtener
respuestas. ¡Desterrémosla ya de una vez por todas! Así podremos centrarnos en
lo que es realmente útil y de provecho.
-La
filosofía es una cualidad innata en el hombre, aún si fuera desterrada de la
educación la gente seguiría haciendo filosofía. Surgirían herederos de Sócrates
en todas las sociedades, gente dispuesta a morir muchas veces por la sabiduría.
Es la disciplina más escurridiza de todas, la única que te permite no solo
determinar las respuestas que buscas, también te permite formular las
preguntas. A lo largo de la historia la filosofía se ha adaptado
indiscriminadamente a los diversos pensadores.
-A
lo largo de la historia, sí, pero hoy en día el pensamiento ha evolucionado.
Las ciencias son precisas, exactas, las preguntas surgen del fenómeno, y lo
explican. Aportan al conocimiento colectivo.
-El
pensamiento es como un gran árbol, cada rama de este enorme y milenario árbol
se centra en un tipo de conocimiento, la filosofía es el tronco, el tronco que
une todas las disciplinas del saber. Todo conocimiento se nutre a través de la
filosofía.
-Muy
bonito sí. Pero los frutos están en las ramas. Del tronco no se aprovecha ni la
corteza.
-En
ningún momento he pretendido oponer a la filosofía ante las ciencias, esa ha
sido tu línea argumental. Entiendo que la humanidad y el pensamiento van a
remolque de las ciencias y de los avances tecnológicos, sin embrago es deber de
la filosofía llevar el timón y conducir el remolque hacia buen recaudo. Como
hombres, como humanidad, tenemos que decidir hacia donde queremos que se
desarrolle la existencia, tanto a nivel colectivo como personal. Dios es el
viento pero nosotros dirigimos la vela, y bien sabes que se puede navegar casi
hasta contra viento. La filosofía es la libertad amigo.
-Ya
tenías que sacar a Dios otra vez…
-Tómatelo
como metáfora si quieres, porque en esa discusión no vamos a entrar esta noche,
la dejamos para otra ocasión. ¿Te apetece una partida de backgammon?
-Venga,
que con tanta charla filosófica ya me duele la cabeza. Estilo turco, el primero
a cinco puntos. Y sírveme más manzanilla que está buenísima.
Y
así nos acabamos la tetera, jugando. Perdí 5-3, además de tener buena
conversación Adam era buen jugador de backgammon, nuestras partidas eran
siempre divertidas. Ya tumbado en la
litera pensé sobre lo que habíamos discutido. La sociedad está tan
especializada, a nivel laboral e intelectual que se está perdiendo la
perspectiva. Me imagino un mundo sin filosofía, se parecería demasiado a las
distopías de Orwell y Huxley. Sería paradójico que en un mundo tan enfocado
hacía el individuo acabásemos todos sometidos al sistema sin capacidad de
individualidad filosófica. No, no es posible. Un mundo sin filosofía sería un
mundo deshumanizado, en el que la gente se subyugaría y sometería al poder
establecido. Perderíamos nuestra cualidad más humana, la que nos eleva por
encima del resto de la creación, la capacidad de cuestionar, la libertad.
El
Expreso de Anatolia sigue avanzando, cortando la noche. El compartimento es
pequeño pero la litera es muy cómoda. No hay hotel en el mundo entero donde
duerma tan a gusto como en un tren. El movimiento me tranquiliza. Miro por la
ventana, el exterior se muestra vació y remoto, iluminado por la luna que corre
tras el tren. El ruido es agradable, monótono, casi hipnotizador. Pienso en
Estambul, espero que mañana haga buen día. Por más veces que cruce “El Cuerno
de Oro” al amanecer, la llegada a Sultanahmet en ferri no cesa de sobrecogerme e impresionarme, sin
duda alguna Estambul es una de las ciudades más hermosas del mundo.
A.M.B.
Noviembre de 2010
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