Adivina
adivinanza
Vivo
en un mundo lleno de gigantes que actúan de la forma más extraña. Normalmente
emiten unos ruidos bastante agradables, sin embargo cuando se acercan a mí
emiten ruidos absurdos, estridentes, falsos. Se juntan muchos a mí alrededor y
me observan fijamente haciendo muecas de lo más desagradables, emitiendo sus
extraños sonidos, hasta que me cogen con dos palos que les salen y que a mí me
parecen larguísimos, casi infinitos. Entonces me levantan y me pasan de unos a
otros, como si de un trofeo se tratase. Vivo sumido en una gran confusión, todo
es nuevo para mí, no sé de dónde vengo, creo que debo tener alzhéimer o algo
así. Solo recuerdo que hace poco me sentía mucho más seguro y calentito, aunque
es un recuerdo vago, impreciso. Sin embargo hay entre todos estos gigantes uno
que me encanta, que me hace sentir seguro. Cuando es ella la que me levanta me
siento en casa. Me encanta su olor y cuando me apoyo en ella oigo un ruido
rítmico que me hace sentir como que nada puede pasarme. Tiene además una fuente
de la que emana mi alimento, es este tibio, dulce, sabroso y cuando estoy
bebiéndolo no deseo estar en ningún otro lugar. Siento una extraña sensación
hacia esa encantadora gigante, es como si yo fuera parte de ella, o ella de mí.
Sé que con ella cerca puedo estar tranquilo, cuando me mira sus ojos brillan de
una forma especial que me hacer sentir como que soy lo que más le importa, y si
lloro ella me consuela y de repente se desvanece cualquier temor. Esta ella muy
a menudo con otro gigante al que también he cogido mucho cariño, le brillan a
él los ojos también al mirarme y aunque de él no surge tibio y delicioso
alimento algo me dice que los tres formamos uno. Cuando aparece el rítmico
ruido de la encantadora gigante, ese que tan bien me hace sentir, se acelera.
Todo es nuevo para mí, siento gran curiosidad pero no logro entender nada, ni
dónde estoy, ni por qué, ni cuando llegué, ni cómo, ni por supuesto:
¿Qué
soy?
A.M.B.
Junio
de 2011
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