sábado, 22 de noviembre de 2014

A Mariana




A Mariana

Te apagaste como se apagan las estrellas del cielo
que durante muchas vidas nunca dejan de brillar,
y en las oscuras noches sin luna de nuestras almas
iluminan al intrépido peregrino en su caminar.

Te apagaste, y una densa y negra capa cayó en la ciudad,
corriendo un tupido y pesado velo, imposible de atravesar.
¿Imposible de atravesar? Imposible tal vez, sin el recuerdo
de la luz de tu mirada que desde el cielo lo va a desterrar.

Tu sacrificio, demasiado temprano, gravita por el sinsentido,
forzándonos a asomarnos al abismo donde habita la nada,
para después, con la simple reminiscencia de tu sonrisa
regalarnos el creer, el amar con fuerza y fe renovada.

No, no fue en vano. No fueron en vano tu vida ni tu muerte.
Tu vida fue nuestra dicha, tu gracia nuestro presente.
Tu muerte es terrible dádiva envuelta en desolación,
legado del amor permanente, del vino más amargo libación.


 A.M.B.
Noviembre de 2014