A Mariana
Te
apagaste como se apagan las estrellas del cielo
que
durante muchas vidas nunca dejan de brillar,
y
en las oscuras noches sin luna de nuestras almas
iluminan
al intrépido peregrino en su caminar.
Te
apagaste, y una densa y negra capa cayó en la ciudad,
corriendo
un tupido y pesado velo, imposible de atravesar.
¿Imposible
de atravesar? Imposible tal vez, sin el recuerdo
de
la luz de tu mirada que desde el cielo lo va a desterrar.
Tu
sacrificio, demasiado temprano, gravita por el sinsentido,
forzándonos
a asomarnos al abismo donde habita la nada,
para
después, con la simple reminiscencia de tu sonrisa
regalarnos
el creer, el amar con fuerza y fe renovada.
No,
no fue en vano. No fueron en vano tu vida ni tu muerte.
Tu
vida fue nuestra dicha, tu gracia nuestro presente.
Tu
muerte es terrible dádiva envuelta en desolación,
legado
del amor permanente, del vino más amargo libación.
A.M.B.
Noviembre de 2014
Precioso.
ResponderEliminar¡Muchas gracias Ana!
EliminarEs precioso Beatriz
ResponderEliminarSe lo escribes a alguien verdad?
Llega al corazón
Arantxa
Lo escribí yo Antonio, no sé a qué Beatriz te refieres, tal vez a mi prima. Pero gracias por el comentario.
EliminarUn saludo,