Adivina
adivinanza
Soy
joven, muy joven. El mundo es un lugar nuevo para mí. Noto al nacer mucha
expectación sobre mi persona, y por más que lo pienso, no sé por qué. A menudo
la gente confunde mi frío con timidez. La verdad es que tiendo a encerrarme en
mi mismo. A veces nazco rodeado de espinas, otras en la dura corteza e incluso
a veces en la tierra; como todos, soy hijo de la madre naturaleza. La gente me
adula y me dice que voy a ser muy guapa de mayor pero yo ahora me siento niño,
¿por qué no dirán guapo? Todos parecen muy contentos de verme pero siento sobre
mí una presión casi insoportable. Cuando veo a los estudiantes enamorados pasar
a mi lado, cada día noto como me examinan y me animan: -“Ya queda poco” – les
oigo decir. El otro día voló alrededor mío una abeja, me miro con lascivia, me
guiñó un ojo, batió sus alas en pose juguetona y me dijo en un tono muy sensual
que ya nos veríamos; me sentí aturdido en mi tierno ser. Una colorida mariposa
voló torpemente a mi alrededor, me miraba con recelo, como si fuese una amenaza
para ella:
-Yo
también fui una oruga, y mírame ahora, soy la más guapa de todas las especies.
Tengo muchos colores, y tú solo tendrás uno. Te crees que me siento amenazada
por ti. ¡Pff! – y continuo orgullosa su vuelo en busca de alguna joven pareja
que la pudiese admirar.
Esta
mañana, al alba, llorando me encontró un ruiseñor y pena le debí dar:
-¿Por
qué lloras? – Me dijo me dijo con ternura.
-Los
hombres no me dejan disfrutar de mi niñez. Las abejas me miran de una forma que
no entiendo. Todo el mundo dice que voy a ser guapa de mayor pero yo me siento
niño – le dije entre sollozos – ábrete, me instan, pero yo tengo frio. Encima
la mariposa está enfadada conmigo y no sé por qué. No me prestarías tus alas
para que pueda volar a un lugar donde me dejen tranquilo.
-¡Oh
tierno y bello ser! – contestó- no llores más, no temas. Algún día adornaras la
primavera, los prados, las casas, los sombreros, el pelo de las gitanas cuando
salgan a bailar. La gente te regalará para demostrar su amor y al verte a
muchos recordarás la magia de la creación.
-¡Pero
yo solo quiero ser niño! – sollocé- dime Ruiseñor, ¿soy una oruga?, ¿qué es una
oruga?
-No,
no eres una oruga- contesto sin poder ocultar una leve sonrisa -Solo te diré,
que un poeta irlandés que a mí me escribió, dijo que contenías toda la
primavera.
Entonces
el ruiseñor me acarició con su suave plumaje y con su pequeño pico me beso, mis
pegajosas lagrimas se adhirieron a sus alas. Me cantó una nana con su bella
voz. Sintiéndome mejor, consolado por su amor, curioso le pregunte:
-Dime
Ruiseñor, ¿qué soy?
A.M.B.
Mayo
de 2011
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