A mi buena amiga Elena Sánchez -Fabrés
La encina
Ignoro si los árboles tienen género.
Ayer, paseando por el campo,
a la vera de una cañada real,
vi dos encinas enamoradas.
Sobre la piel rugosa de la tierra
sus troncos separados
se buscaban en la copa
encontrándose en un beso,
y bajo ella, en sus entrañas,
sus raíces poderosas
íntimamente se abrazaban.
Las bauticé Krishna y Radha.
De vuelta a La Casita,
al oeste,
me paré a contemplar la Encina:
grandiosa, fuerte y bella,
definitivamente femenina.
Es una encina en plenitud,
centenaria que no vieja,
de forma simétrica
y tamaño mayor al resto,
pero en armonía con ellas.
Arraigada sólida a la tierra,
y elevada certera hacia el cielo.
Está cubierta de espeso follaje,
pequeñas y duras hojas,
por separado ínfimas;
juntas, el mejor de los abrigos.
Y a fuerza de fe aguanta
el frío invierno, heladas,
nieve y huracanados vientos;
y bajo el abrasador sol veraniego
entre el polvo y la sequía,
se mantiene aún fresca y verde.
Cuando entras dentro,
y en su alma te cobijas,
entiendes su magnitud,
su grandeza, su solidez,
y su incontestable belleza.
De su mayúsculo tronco nacen
ramas calladamente poderosas,
que a pesar de su peso
no caen, aguantan.
Y en el calor del mediodía,
ofrece a todos su fresca sombra,
y cuando llueve, debajo suyo,
ni una gota te alcanza.
Esa encina eres tú, Elena.
Un mismo día,
del verde y duro suelo silíceo
entre serenas vacas que pastaban,
ambas brotasteis,
a la vez,
juntas pero separadas:
una misma esencia
en dos formas expresada;
hijas de una misma tierra
que no puede ser arada.
Nacisteis tiernas y frágiles,
vulnerables como la otoñada,
pero conteniendo ya en vosotras
toda vuestra inmensa fuerza.
Al llegar a Pedro-Llen
siempre voy a saludarla,
y ella me espera con secas y finas ramas,
con las que enciendo la lumbre
que en el largo invierno me calienta,
en la que lentamente arden troncos
de todas sus hermanas.
Bajo ella me recojo,
y sentado en su raíz,
le susurro mi canción:
¡Oh inmensa encina
que todo lo aguanta,
sublime
árbol en plenitud,
espejo del
alma castellana,
encina
entre encinas, noble entre nobles,
cálida
sonrisa que de tu ser emana,
contagiando
la dehesa, siendo su soberana,
siempre
ejemplo de modesta elegancia,
te
enfrentas al mundo con tu fuerza,
con tu fe,
y sin pizca de arrogancia!
A.M.B.
Marzo de 2013
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