Adivina
adivinanza
De
alguna manera siempre estoy volando, con algunos abrigándolos y con otros a
través de sus ideas. Cuando abrigo soy de diferentes tamaños, colores y formas.
Así a algunos les doy un aire sombrío, misterioso; mientras que a otros los
cubro de color y vida, vanidosos me enseñan para alardear ante el objeto de
deseo. El cazador me pone en su sombrero como trofeo y las mujeres me llevan en
tocados a las bodas. Con otros vuelo a través de la eternidad. Me enfrento al
blanco del papel, me bato en duelo y le infrinjo cicatrices de tal belleza y
hermosura que ni el paso del tiempo las afecta. A través mío la gente explicó
la vida, la muerte, el universo, el amor, a Dios. Fui yo quien dijo “…mas tengo
en mi tristeza una alegría…”. También fui yo quien os conto a través de los
siglos como Edipo se arrancaba los ojos tras saber de su tragedia, y yo mismo,
sí, yo también, os hice reír con las desventuras de un caballero manchego y su
humilde y fiel escudero. Somos dos pues. La una vuela físicamente, es esta
superficial, materia orgánica sin sangre ni vida propia; color, tacto, y poco
más. La otra vuela eternamente; es noble, de alta alcurnia, corre sangre azul
por sus venas, tiene la capacidad de cambiar el mundo, de abrirle los ojos, de
despertar al hombre de su letargo, de elevarlo, de hablar en nombre de Dios, de
trascender, de llegar a la esencia misma de la belleza y hacerla inmortal.
¿Qué
somos?
A.M.B.
Mayo de 2011
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