Adivina
adivinanza
Soy
plano, podría parecer que bidimensional, sin embargo encierro la tercera
dimensión, la cuarta, la quinta, la sexta… Creo espacio donde no lo hay, doy al
cuarto pequeño profundidad y al grande lo agrando aún más. Hablo más de lo que debiera,
digo siempre lo que me pasa por la cabeza, por eso a veces no caigo bien: al
gordo le llamo gordo, y al guapo, guapo; y al calvo, calvo; si te ha salido un
grano te lo digo, y si el paso del tiempo te ha arrugado como una pasa, ¿tú
crees que me lo puedo a callar? No, yo no, soy impertinentemente honesto,
arrogante, me creo en posesión de la absoluta verdad. Es por eso que cuando enfrentas
a dos de nosotros nos debatimos hasta el infinito, nunca llegando a un acuerdo;
así somos de orgullosos. Y es que siempre tenemos razón, somos absolutamente
sinceros, de la forma más cruda posible. Por eso la gente nunca nos lleva a las
fiestas, se recrean con nosotros antes de salir, nos preguntan cómo les queda
el traje, o el vestido, o los pendientes, pero no escuchan nuestra respuesta
sino la que ellos quieren oír; luego nos dejan en casa, será porque no tenemos
modales de salón. Sin embargo, no a todos caemos mal, los hay que tan solo en
nosotros encuentran la belleza terrenal, como aquel joven y bello griego que
solo pudo enamorarse de mí, o de él, o de mí en él, o tal vez de él en mí. Soy
un maestro ilusionista cuya ilusión es reflejo de la Verdad.
¿Qué
soy?
A.M.B.
Junio
de 2011
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