domingo, 3 de marzo de 2013

Sobre la naturaleza del Arte






 Sobre la naturaleza del Arte- Viaje de la mano de Oscar Wilde a la esencia del Arte
         Que mejor manera para empezar a escribir sobre tan apasionante y abstracto tema que escuchando la novena de Beethoven. En el momento que entra el coro, hacia el final, Ludwig van Beethoven parece gritarle al mundo: -¡Queréis saber lo que es el arte, queréis entender su naturaleza, pues aquí está, Dios os lo envía a través mío! El genial alemán no fue más que artista en toda su vida. Su música fue su bendición, su sino, su porqué, su alimento, su maldición, su vida, su creación, su alegría, su tristeza y finalmente su perdición. En otra más de las maravillosas paradojas de la creación, aquél que solo veía música, aquel que no más que música podía pensar, perdió el oído y no pudo disfrutarla más. Ni aún así pudo dejar de componer. Ese es el arte de Dios.
         En este ensayo trataremos de entender y explicar la naturaleza del Arte y del Artista. El concepto de arte es muy escurridizo; al escuchar a Beethoven, leer a Cervantes o ver una escultura de Bernini, todos sabemos que estamos ante Arte en mayúsculas, pero, ¿somos capaces de describir su naturaleza? Eso trataremos.
         Primero haremos una distinción puramente subjetiva de las diferentes expresiones artísticas. Después pasaremos a describir al Artista inspirados en el cuento “The Nightingale and the Rose” de Oscar Wilde. Por último intentaremos acercarnos lo más posible a desvelar la naturaleza del Arte mismo. También en este caso muy influenciados por el mismo Wilde y los destellos que deja caer sobre el tema en su magistral “De profundis”. La razón por la que tomaremos tan en serio a Wilde es porque es él, prototipo de artista; es arte y poco más. A lo largo de su vida mostró al mundo una imagen muy premeditada, estudiada hasta el más mínimo detalle. Sin embargo, fue en el “De Profundis” cuando tras caer en desgracia, desde prisión y a ratos con un tono de amante despechado; se desnudo al mundo, mostrando así su cara más vulnerable, su esencia, su humanidad.
         El discurso del ensayo será necesariamente subjetivo, lo cual puede parecer una obviedad, ya que todo ensayo se basa en ideas o impresiones subjetivas, argumentadas de forma racional. Si no fuera así se trataría de un tratado, valga la redundancia. Los tratadistas deben estar absolutamente en posesión de su verdad, deben haber llegado a dogmas. Dada la naturaleza escurridiza del tema ya mencionada antes, se intentará explicar de la misma forma que una poesía explica un sentimiento, a veces con acertada exactitud pero siempre dependiente de la empatía del lector.
         Discutida ya la forma y la estructura del ensayo pasemos a la más que agradable tarea de enfrentarse en duelo a la hoja en blanco. A veces tan abusona, inmensa, infinita. Otras débil, pequeña; indefensa ante la espada de la poesía. Infrinjámosle pues cicatrices a esta nuestra compañera, nuestro camino, nuestra amante.

Las diferentes expresiones del arte
         Dividiremos el Arte en tres: plástico, musical y literatura. Cada una de estas expresiones apela a diferentes sentidos, aunque también comparten muchas cosas. El arte plástico apela a la vista, sublima el color y la forma. La música apela al oído, sublima el ruido. La literatura entra por los ojos pero apela directamente al intelecto, sublima la palabra. Un sofista diría que el arte pictórico apela también al intelecto, que la música también tiene forma y color y que la palabra también es ruido cuando sale de la boca, y así sucesivamente. Nosotros no más intentamos hacer una diferenciación intelectual entre las tres para intentar entenderlas, llegar a su esencia.
         El arte plástico sugiere. Narra una historia, un momento, una idea, pero está limitado por la inamovilidad. El artista debe encontrar en la iconografía un lenguaje con el que transmitir y a través de su pincelada y composición hallar dinamismo. Es en el arte pictórico donde el artista se recrea más en la belleza formal. Utilizando recursos de la naturaleza, los manipula a su antojo hasta conseguir plasmar, con mayor o menor exactitud, dependiendo del talento y el virtuosismo, lo que buscaba.  El arte pictórico busca plasmar el arte de Dios que sentimos a través de los ojos, pero como en las demás disciplinas trasciende con mucho lo puramente estético.
         La música es la más inmediata de todas las artes. Es efímera y una vez representada nunca podrá volver a ser representada igual. Es en la única en la que existe un intérprete entre el artista y su público. Es pasional y apela a las emociones de forma más directa y obvia que las otras dos. Tiene la peculiaridad de que se puede compartir el proceso creativo, es menos solipsista, cosa impensable en la pintura o la literatura. Cada uno de los miembros en una banda de jazz que tocan estilo jam pone su granito de arena. A ratos uno lleva el timón, luego otro, y luego un tercero, y así sucesivamente hasta cuantos músicos estén tocando. Todos están en una misma armonía, en una misma clave y se comunican a través de la música. Se escuchan, se dan espacio y crean juntos. Desde luego esto no sería aplicable a la música clásica, ya que separa claramente la representación del proceso creativo. Pero no creemos que monopolice ésta toda expresión artística musical.
         La literatura es imperecedera. Se escribe una vez pero se manifiesta muchas, tantas como sea necesario. Narra historias y comparte ideas. La palabra es su medio de expresión, apela directamente al intelecto, se mueve en el mundo de las ideas. A pesar de ser su forma mayoritariamente abstracta, también la tiene física, y en ambas puede alcanzar la belleza.  En la poesía la literatura se convierte en música pero sigue siendo literatura. Se expresa también a través del saber y es el saber una de las metas que con más ahínco lucha por alcanzar.
         Entendemos que existen otras expresiones artísticas, pero en nuestro acercamiento subjetivo y tras meditarlo tiempo, creemos que este triangulo contiene el equilibrio entre las expresiones más puras y que de él derivan el resto. El cine, por poner un ejemplo, no es más que una conjunción de las tres. Utiliza tanto recursos plásticos, como musicales, como literarios.

El artista
“If I can produce only one beautiful work of art I shall be able to rob mailce of its venom, and cowardice of its sneer, and to pluck out the tongue of scorn by the roots.”[1]
En “The nightingale and the rose” Wilde abre la escena con un estudiante desconsolado. Llora por que una joven de la que cree estar enamorado le ha prometido que bailará con él en el baile de la noche siguiente si le trae una rosa roja. No entiende por qué en su jardín tiene rosas de todos los colores menos roja. Un ruiseñor desde un roble le escucha llorar y se conmueve. Cree estar ante el amor verdadero, ese amor que le canta a la luna todas las noches y al sol por las mañanas. Afligido vuela por los jardines de la zona, de rosal en rosal, en busca de la ansiada flor. Por fin llega a uno del que le han dicho crecen rosas rojas. Sin embargo, debido a una helada se han congelado los capullos y este año no tendrá flor. Aún así el Ruiseñor insiste, hasta que el rosal le cuenta una terrible manera de conseguir una rosa roja:

“…you must build it out of music by moonlight, and stain it with your own heart’s-blood. You must sing to me with your breast against a thorn. All night long you must sing to me, and the thorn must pierce your heart, and your lifeblood must flow into my veins, and become mine.”[2]

El ruiseñor no duda. A pesar de su amor por la vida, considera que el Amor es lo más importante y decide sacrificarse por él. Así canta toda la noche, todos los que lo oyen lloran emocionados por la belleza de su cantar, la espina se le va clavando más y más honda, hasta que por fin al salir el sol le atraviesa el corazón, la rosa se torna roja y el ruiseñor cae muerto.
Al despertar, el estudiante se alegra mucho al encontrarla. Corriendo va a la casa de su amada. Al legar se la ofrece, pero ella le dice que no va a juego con su vestido y que además, el hijo del chambelán le ha regalado joyas de verdad, que como todo el mundo sabe, son mucho más valiosas. El estudiante enfadado reniega del amor, se enfada y tira la rosa al camino, por donde pasa una carretilla y la aplasta.
El ruiseñor encarna la verdadera esencia del artista. En primer lugar el ruiseñor está enamorado del mundo. Sus ojos solo ven arte, vive cantando y haciendo felices a aquellos que le escuchan, canta sobre el Amor, tema que ha conseguido captar y entender en su vertiente imperecedera, pura. Haría lo que fuera por el Amor. Así decide sacrificarse y morir por él. El proceso es largo y doloroso; escribe, pinta, con su propia sangre y lo hace por la noche, en la oscuridad, a la tenue luz de la luna. Da su vida por el Amor. Su sacrificio se torna en una rosa roja perfecta. Después el estudiante, la sociedad, al no poder darle uso, la deshecha y reniega.
Todo gran artista se ha sacrificado por el arte. Su trabajo es el de sublimar el dolor convirtiéndolo así en amor. El de explorar las tinieblas y la luz, el odio y el amor, la alegría y el sufrimiento; trabajarlo y convertirlo en Arte. En este sentido, en el “De profundis” Wilde dice que Jesucristo es el prototipo de artista en el que todos los demás deberían mirarse reflejados. El hombre que sufrió en la cruz por liberar a la humanidad del sufrimiento, por su salvación eterna. En su calidad necesariamente humana y no de hijo de Dios, el artista debe hacer lo mismo.

“Poesía son los ojos que vislumbran la belleza,
así en lo más sublime de la aurora,
como en la oscura maleza.”

La primera condición para ser artista es la de ver en el mundo tan solo arte. La estética debe estar al servicio del arte.  Es necesario desarrollar la sensibilidad hasta el punto en el que, como se abre el capullo dando paso a la flor, se abra tu alma dando paso al arte. “El arte de Dios” es al artista lo que el sol es a la flor.
La siguiente es la de tener la capacidad de sacrificio para poder plasmar ese “arte de Dios” en tu arte propio. Cuan fidedignamente lo hagas es cuestión de trabajo. Después debe el artista desarrollarse intelectualmente, saber qué han hecho los artistas que le preceden, tener su propia filosofía, entender a su manera los misterios de la creación, la sociedad en la que vive, la historia, el mundo. El artista debe creer en su mundo, sus ideas y trasmitirlas a través de su arte. Casi todos los grandes artistas de la historia han sido buenos humanistas. Decía Wilde que él hizo del arte filosofía y de la filosofía un arte.
El artista debe trabajar la técnica de la disciplina en la que se quiere expresar, potenciar su virtuosismo a través del trabajo y la práctica para poder así tener más libertad a la hora de expresarse. Aristóteles divide la virtud en dos grupos, la dianoética y la ética. La ética rige la costumbre y el carácter de la existencia. La dianoética es la virtud intelectual. Dentro de la dianoética coloca al arte, la prudencia, la ciencia la intuición y la sabiduría.  El origen y el progreso de la dianoética es la enseñanza, y por eso  requiere experiencia y tiempo.
El artista tiene que haber amado y sufrido, y vuelto a sufrir y vuelto a amar… Ya que son estas dos emociones las más fértiles a las que tiene acceso el alma humana.
Por último el artista debe tener talento. Aunque solo sea una pizca, que luego podrá potenciar con todo lo demás. El talento sin embargo no hace el artista. En contra de lo que muchos creen, el artista se forja en el trabajo, en el sacrificio.

El Arte
         El arte en su más puro estado es el de Dios, la Creación. No ha nacido todavía el crítico que se atreva a decir al ver el sol caer por el oeste, tras el horizonte, tiñendo el mar de oro rojo, que no le gusta la variedad cromática. Tampoco ha nacido el que en una noche estrellada, de esas que nos recuerdan lo diminutos que somos y la infinidad del Universo; se queje de la poca profundidad del desarrollo de la historia que ante nosotros se narra. Ni el que tras oír a un ruiseñor cantar haya dicho que le falta compás.
El hombre en sí mismo es arte y su obra se puede acercar mucho a la maestría del arte divino, podrá sentirlo, rozarlo; mas nunca podrá igualarlo, y aun menos superarlo. Es la Creación el techo, la utopía que tiene como referencia el artista; el espejo ante el qué, por mucho que oponga a su arte, siempre obtendrá una imagen borrosa, difuminada, nunca perfectamente nítida.
         El arte es el resultado de la dialéctica entre el hombre y Dios. Y de la emoción que esta produce en el ser humano; aflicción, alegría, tristeza, sufrimiento, dolor, amor… Es una lágrima que se la cae al alma humana. Nace en Dios, a través de la estética se cuela en nuestras almas, se impregna de nosotros y cae por nuestras mejillas rumbo al verso, al mármol, al color, al violín.
         El paso por nuestra alma, es fundamental, ya que el arte verdadero es aquel que trasciende lo físico. No se trata de reproducir una copia exacta de una expresión imperfecta, debe pasar por el alma y convertirse en universal, imperecedero. Wilde lo explica divinamente en un lítotes sublime:

Truth in art is not any correspondence between the essential idea and the accidental existence; it is not the resemblance of shape to shadow, or to the form mirrored in the crystal to the form itself; it is no echo coming from a hollow hill, any more than it is a silver well of water in the valley that shows the moon to the moon and Narcissus to Narcissus.”[3]

         El arte es pues la unidad de algo consigo misma, lo exterior rendido a la expresión de lo interior, el alma encarnada.
         Mucha tinta ha corrido sobre la cuestión de donde nace el arte, si en el amor o en el sufrimiento. El arte está en todo, pero hay ciertas emociones que calan más hondo en el alma humana. La concepción generalizada es que nace en el sufrimiento, Wilde lo llama “the supreme emotion”. Por eso traza el paralelismo con Jesucristo, ya que este convierte el sufrimiento humano en amor, lo sublima. Sin embargo, el sufrimiento no es la única emoción que experimentamos. Tal vez sea la más terriblemente embriagadora, pero no posee el monopolio de las emociones divinas. Lo verdaderamente fundamental es por lo tanto, el amor. Es el amor el que sublima toda emoción, convirtiéndola en Arte.

“He who can look at the loveliness of the world, and share it’s sorrow, and realize something of the wonder of both, is in immediate contact with divine things, and has got as near to God’s secret as anyone can get.”[4]

         El arte juega un papel de vital importancia en la existencia humana. Ortega y Gasset describe la verdad como algo que existe y a la que tenemos acceso. Sin embargo siempre desde nuestro punto de vista. Dos personas mirando un mismo paisaje están viendo el mismo, pero desde puntos de vista diferentes. Si hubiesen millones de personas mirando ese paisaje, y nosotros pudiéramos ver a través de todos ellos, tendríamos una percepción de la realidad muy fidedigna. Spinoza en su poético panteísmo, dice que solo Dios tiene acceso a la Verdad absoluta, ya que la ve a través de todos nuestros ojos. 
         Cada persona tiene algo que añadir al conocimiento. Se conoce a través del alma, y el arte hemos dicho que era el alma encarnada. Por lo tanto es el arte la forma de expresión más elevada posible. A través del arte los humanos podemos compartir, comunicarnos, unirnos; entre nosotros y con Dios. Acercándonos así resolver el misterio, adivinar el acertijo, descubrir el secreto.  
Según Wilde, cada obra de arte es una profecía que se cumple, ya que es la conversión de una idea en una imagen, su materialización.  Cada ser humano debe ser el cumplimiento de una profecía, pues todos deberíamos ser la realización de algún ideal, ya sea en la mente de Dios o en la del hombre.
Es en el Arte donde el hombre hallará su salvación, donde se sublimara convirtiéndolo todo en Amor.



A.M.B.

Mayo de 2011

        








[1] Wilde, Oscar. “The Profundis”, “Oscar Wilde plays, prose, writings, and poems”. Everyman’s Library, London, 1991. Página 595
[2] Wilde Oscar, “The knighting Gale and the Rose”. “The Happy Prince and other Tales”. Bernhard Tauchbitz. Leipzig, 1927. Página 32
[3] Wilde, Oscar. “The Profundis”, “Oscar Wilde plays, prose, writings, and poems”. Everyman’s Library, London, 1991. Página 604
[4] Wilde, Oscar. “The Profundis”, “Oscar Wilde plays, prose, writings, and poems”. Everyman’s Library, London, 1991. Página 624

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