jueves, 8 de mayo de 2014

Un solo libro olvidado




Un solo libro olvidado

Un solo libro olvidado
en una vieja estantería
de madera gastada,
en la última librería del siglo XXIII,
escondida en el casco antiguo
de una vieja ciudad decadente.
Dos o tres docenas de poemas embriagados,
de delirios soñados,
escritos en negra tinta
sobre viejas páginas amarillentas,
envueltas en ese olor seco y agradable
que tanto amamos los lectores de nuestro siglo.
Un título sentido y llamativo,
como por ejemplo:
“Poemas a una vieja encina”.
Firmado por tres siglas: A.M.B.

Un hombre futurista
cansado del lenguaje binario,
un nostálgico fetichista
que un día por casualidad
tendrá un libro entre sus manos
y entendiendo la fuerza
de ese puñado de papeles atados,
cambiará pantalla por libro,
futuro por pasado.

Al encontrarlo entre tantos otros
viejos libros olvidados,
al abrirlo, al leerlo,
algo de todo lo que he vivido,
algo de mi loca existencia,
algo de mi vibrar afinado,
le hablará a él directamente,
y podrá decir,
como dijo aquel poeta:
“A mí me pasó algo semejante”.

No más eso le pido a mi obra.
No más eso y nada más. 




A.M.B.
Mayo de 2014

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