Un solo libro olvidado
Un
solo libro olvidado
en
una vieja estantería
de
madera gastada,
en
la última librería del siglo XXIII,
escondida
en el casco antiguo
de
una vieja ciudad decadente.
Dos
o tres docenas de poemas embriagados,
de
delirios soñados,
escritos
en negra tinta
sobre
viejas páginas amarillentas,
envueltas
en ese olor seco y agradable
que
tanto amamos los lectores de nuestro siglo.
Un
título sentido y llamativo,
como
por ejemplo:
“Poemas
a una vieja encina”.
Firmado
por tres siglas: A.M.B.
Un
hombre futurista
cansado
del lenguaje binario,
un
nostálgico fetichista
que
un día por casualidad
tendrá
un libro entre sus manos
y
entendiendo la fuerza
de
ese puñado de papeles atados,
cambiará
pantalla por libro,
futuro
por pasado.
Al
encontrarlo entre tantos otros
viejos
libros olvidados,
al
abrirlo, al leerlo,
algo
de todo lo que he vivido,
algo
de mi loca existencia,
algo
de mi vibrar afinado,
le
hablará a él directamente,
y
podrá decir,
como
dijo aquel poeta:
“A
mí me pasó algo semejante”.
No
más eso le pido a mi obra.
No
más eso y nada más.
A.M.B.
Mayo de 2014
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