Tu silencio, mi hogar.
Me
paso la vida caminando,
con
la mirada fija al frente,
luchando,
siempre luchando,
enfrentado
a mis demonios
y
todos los que van asomando.
Y
mi mente siempre despierta
dialoga
consigo misma,
escucha
y riega versos,
danza
al ritmo
que
por la vida le es impuesto.
Y
mi alma vibra con todo ello,
a
veces en perfecta armonía,
afinada
como un instrumento más
en
esta enorme e inmensa orquesta;
otras
a destiempo, violentamente,
como
la tensa cuerda de laúd
que
de tanto vibrar se rompe.
Y cuando
duermo sueño,
cosas
raras y reales,
flores
que brotan valientes
del
espeso y duro pelo del oso.
Siempre
ruido, siempre música,
siempre
actividad, siempre movimiento.
Mas
cuando vuelvo a estar en ti,
cuando
unidos desterramos a la soledad
diluyéndonos
en nuestros besos,
fundiéndonos
en caricias encendidas
y
nuestras almas entrelazadas se atan en un nudo;
escucho
de nuevo el silencio, mi hogar.
Y
sé que soy, que estoy vivo y te pertenezco,
y
tu femineidad al recibirme
me
susurra tiernas palabras al oído,
hasta
que calla,
y
callo yo con ella en su silencio eterno.
Y
estoy de vuelta en casa, en el hogar,
en
mi único hogar que está entre tus piernas.
A.M.B.
Abril de 2013
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