miércoles, 11 de febrero de 2015

A Ela en su lecho de muerte





A Ela en su lecho de muerte

Te vas, y sin embargo, sigues con nosotros,
en cada persona que tu presencia acarició
compartiendo mesa y vino, cartas y risas,
e inevitablemente de tu vivir se contagió.

Vivir desenfadado, profundo e intuitivo,
libre como el ave que echa a volar,
naturalmente sabio, del todo irracional,
acertado siempre en su extraño meditar.

Y en cada puerto en que atracabas,
en el navegar de tu larga travesía,
atracaba contigo la más honesta dicha,
y el mundo se embriagaba de alegría.

Te vas, y sin embargo, sigues en nosotros,
nosotros que brotamos de tu vientre poderoso.
¡Oh matriarca clásica, Venus de Grimaldi,
manantial del río de tu sangre largo y caudaloso!

Y cada vez que elevemos la copa será con tu mano,
y cuándo riamos juntos será en tu cadencia,
y aunque el tiempo por amor no detenga su rueda,
tu latir, latirá en nosotros; tu descendencia.




A.M.B.
Enero de 2015

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