A Ela en
su lecho de muerte
Te vas, y sin embargo, sigues con nosotros,
en cada persona que tu presencia acarició
compartiendo mesa y vino, cartas y risas,
e inevitablemente de tu vivir se contagió.
Vivir desenfadado, profundo e intuitivo,
libre como el ave que echa a volar,
naturalmente sabio, del todo irracional,
acertado siempre en su extraño meditar.
Y en cada puerto en que atracabas,
en el navegar de tu larga travesía,
atracaba contigo la más honesta dicha,
y el mundo se embriagaba de alegría.
Te vas, y sin embargo, sigues en nosotros,
nosotros que brotamos de tu vientre poderoso.
¡Oh matriarca clásica, Venus de Grimaldi,
Y cada vez que elevemos la copa será con tu mano,
y cuándo riamos juntos será en tu cadencia,
y aunque el tiempo por amor no detenga su rueda,
tu latir, latirá en nosotros; tu descendencia.
A.M.B.
Enero de 2015