Tardes solitarias en Pedro-Llen
La
menta del jardín se ha puesto triste,
ya
no tiene a quien coronar,
la
roca que antaño fue trono,
parece
haberse echado a llorar.
Una
vaca a lo lejos me mira,
anda
pausada y cabizbaja,
envuelta
en densa nostalgia
por
no poder oírte cantar.
Calienta
el sol en el cielo azul,
los
mirlos distantes confrontan
el
silencio con su alegre piar.
El
tiempo transcurre lento,
es
Diciembre y hace calor;
robustas
encinas enraizadas
resplandecen
en tono verde y marrón.
Todo
es paz y armonía
de
sonidos y de color.
La
blanca luna casi llena
entre
lejanas lomas asoma
desterrando
al sol que se resiste.
Por
un momento se enfrentan, danzan,
venciendo
la luna, cayendo el sol
derramando
sobre el poniente
su
pátina de cobre.
La noche se viste de plata,
las
vacas ya no mugen,
los
mirlos ya no pían,
al
oeste Venus brilla solitaria,
la
luna es el vientre que da luz a la esperanza
en
un parto nocturno, callado y sin dolor.
Mas
mi pluma llora lágrimas de tinta azul:
al
perfume del campo le falta tu olor.
A.M.B.
Diciembre de 2013
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