Romance de Don Juan della
Torre, “El Caballero de la inagotable sonrisa”
Cuentan
los ancianos sabios
que
allende los siete mares
nació
un caballero honrado
excelso
entre sus pares.
Niño
de dorados bucles
y
enorme y franca sonrisa
fue
educado en las armas
creciendo
fuerte muy aprisa.
No
descuidando las letras
se
encerró buscando una pista
mas
fue engañado por conjuro
de
una bruja astuta y lista
chocó
con un grueso muro
y
le dio por ser tomista.
Cabalgaba
nuestro héroe
por
las planicies de Luján
y
encontrose con una dama
que
ofreciole agua y pan,
al
momento tuvo la certeza
de
que en toda su corta vida
nunca
vio semejante belleza,
y desmontando
del caballo
arrodillose
ante ella
jurándole
amor eterno
y
alabándola por bella.
“Decidme
vuestro nombre
insigne
dama hermosa
yo
seré vuestro hombre
vos
serás mi roja rosa”
“Soy
Doña Beatriz de Luján”,
contestole
con voz de mirlo,
y
el enamorado caballero
gozó
de felicidad al oírlo.
Mi
nombre es Juan della Torre,
mas
por la fuerza de mi brazo
soy
en toda la Pampa conocido
por
nombre férreo como un mazo,
que
no entró en octosílabo
no
sé bien de dónde me vino
más
por virtuosa nobleza
se
versó en alejandrino.
“El
Caballero de la inagotable sonrisa,
-dijo
sonriendo feliz, erguido y orgulloso-
si
me lo permitís os cortejaré sin prisa,
aceptadme
y hacedme el hombre más dichoso.”
Redoblaron
las campanas
los
amantes se casaron,
y en
eterna luna de miel
felices
se instalaron.
El
valiente caballero
entendió
que debían marchar
y en
busca del santo grial
intrépidos
echaron a andar.
Al
oriente más lejano
llegaron
tras cruzar el mar,
donde
el arte de la guerra
aprendió
de un viejo samurái.
Los
orientales sorprendidos
se
asomaban a verla pasar
nunca
vieron mujer alguna
de
tal etérea belleza sin par
¡Oh
Doña Beatriz de Luján!
Por
fin llegaron a España,
en
busca de su linaje,
cruzándose
en el camino
con
un hombre de fino traje.
Resultó
ser buen poeta,
y
convirtiose en hermano,
convenciole con su verso
de
hacerse agustiniano.
Atrás
quedó el tomismo,
Don
Juan si cabe mejorado,
no
volvió a ser el mismo.
Cuentan
que cabalgando va,
luchando
siempre por su causa,
por
el nombre de su amada
no
se concede ni una pausa.
Escribiendo
su leyenda,
es valiente
en la batalla,
en
la Machi o el Vaticano
aclamado
allá donde vaya.
Valeroso
en su creer,
es
el último de su estirpe,
y
su fe pétrea es su poder.
¡Oh
Don Juan della Torre,
caballero
del ayer,
asustado
el mal corre
al
ver tu figura aparecer,
tu
implacable y férreo brazo
nunca
jamás des a torcer,
desfaciendo
entuertos vives
haciendo
el bien crecer!
A.M.B.
Mayo de 2014