Desayuno sin los niños
Ya
no quedan niños,
y
la vieja casa grande
se
ha hecho aún más grande,
inmensa.
Un
silencio se pasea
triste
por los altos techos
sabiendo
que no será
interrumpido
por griteríos,
llantos
y risas.
Ya
no quedan niños,
y con
ellos se han ido
los
discursos atropellados,
y el asombro
por
las cosas cotidianas:
por
un palo con
forma
de serpiente,
por
una lagartija,
por
un escarabajo
o
por una vieja encina caída.
Ya
no quedan niños,
ni uno,
ni un
solo moflete suave,
ni un
solo rizo despeinado,
ni una
sola mirada despierta
entre
curiosa y tímida,
ni
una sola sonrisa conteniendo
toda
la inocencia perdida,
ni un
ceceo,
ni una
sola vocecilla
con
timbre de pájaro.
Ya
no quedan niños,
y su
ausencia deja un vacío
que
pesa sobre la vieja casa,
oprimiendo
el pecho,
quitándole
brillo a la luz.
Ellos no lo saben
pero los niños son
la chispa
que enciende
la llama
de la vida,
un infinito
de posibilidades
aún
por definirse,
la eterna
esperanza
de un
mañana mejor.
A.M.B.
Enero de 2016
Que razón tienes Antonio, las distintas personalidades de los niños, son lo mejor.
ResponderEliminarQue razón tienes Antonio, las distintas personalidades de los niños, son lo mejor.
ResponderEliminarTú lo dices perfectamente, Antonio. El futuro y la esperanza está en los niños. (Habrá que cuidarlos más).
ResponderEliminarEmocionante poema...