Adivina
adivinanza
Soy
como una bombilla que se enciende. De mi surgen novelas, descubrimientos
científicos, diseños, edificios, platos, negocios, adivinanzas, poesías… Unas
veces me presento ante ti de forma obvia, clara, repentina. Otras me voy
desvelando poco a poco, primero me entrevés, me intuyes, y luego despacito me
voy desnudando ante ti; lentamente, con pausa, de forma casi sensual. Puedo ser
muy poderosa y hasta llegar a cambiar el mundo, por mí se han definido
políticas y se han declarado guerras. Soy capaz de lo mejor y de lo peor. Una
vez me he colado en tu mente, me instalo, y solo me voy cuando llega otra de mi
especie que me contradice. Prefiero instalarme en la mente de los mayores, ya
que en ellas acampo largos periodos, a veces de por vida. Se aferran a mí y
construyen fortalezas a mi alrededor para protegerme, en alguna ocasión me he
sentido enjaulada en sus mentes. Los jóvenes me prostituyen, tan pronto me
dejan entrar como me dejan ir. Hubo un insigne ateniense que tanto me quiso y
tan bien me entendió que me creo un mundo propio, un castillo en el aire, un
palacio celestial. Ahora todo aquel que me quiera ver en mi más absoluta pureza
puede ascender y encontrará la puerta siempre abierta. Él me hizo inmortal e inmutable.
Solo a través mío, dijo, se puede ser en perfección. No me verás con tus ojos
verdes, o azules, o marrones, o negros, sino más bien con ese ojo único
interior que trasciende lo físico y transforma tu alma. Expreso la unidad de
algo que aparece como múltiple. Soy pura luz, por eso debes acostumbrar a tu
ojo antes de mirarme fijamente, sino te cegarás. Participo de todas las cosas y
todas las cosas participan de mí. Las tertulias son para mí como bailes, los
debates encarnizadas luchas y los libros vehículos.
¿Qué
soy?
A.M.B.
Mayo
de 2011
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